Dentro del pack de medidas llevadas a cabo por el gobierno español durante la legislatura que está a punto de finalizar, en enero del 2015 entró en vigor la «exit tax» que afecta directamente a los emprendedores que venden su startup o trasladan su sede fuera de España. Pero empecemos por el principio.
¿Qué dice esta medida?
Desde el ejecutivo español defendieron la reforma como la medida que impediría que grandes fortunas huyeran de la tribulación en España, de modo que, todos aquellos contribuyentes con más de 4 millones de euros en acciones o el 25% de las participaciones en fortunas de más de 1 millón de euros tienen que tributar este impuesto. Estos ciudadanos tienen que pagar por la diferencia (plusvalía) entre el valor de las acciones cuando las compraron y el actual, aunque no las hayan vendido, es decir, que tienen que tributar por un dinero que realmente no tienen.
El gobierno permite aplazar el pago, con intereses, evidentemente, y con un aval, que muchas veces son las mismas acciones que la persona posee. También es importante mencionar que si el contribuyente retorna a España sin haber venido las acciones, el impuesto se le devolvería.
Pero… ¿Cómo afecta la «exit tax» a los emprendedores?
De pleno. Es muy difícil pensar que los emprendedores que aún no hayan vendido ninguna startup puedan contar con tanta riqueza. Pero es fácil que se de el caso en que, tras la entrada de algún VC’s o inversor, la valoración de la startup crezca a varios millones de euros y por lo tanto, el emprendedor tenga las acciones con un valor alto.
Si el emprendedor de una startup con valoración alta – pero sueldo bajo – decide emprender el viaje de su vida e ir a Estados Unidos o Israel para intentar abrir fronteras para su negocio, tendrá que hacer frente a este impuesto, incluso sin haber hecho efectivas las acciones.
Pese a que la afectación no sea directa ante la creación de una nueva empresa en España, si lo es para aquellas startups con vocación de crecimiento e internacionalización.